
Valentina Montoya, cajera del supermercado Sorli, en Barcelona. © Júlia Castells
No quiero argumentar aquí acerca de posibles correcciones en la idea del mérito, no pretendo matizarla, sino ensayar una modesta demolición. Escribo en el contexto de la aparición de algunos libros que la cuestionan en relación a la igualdad de oportunidades. La mayoría debate contra argumentos procedentes tanto de quienes temen una posible tiranía de la igualdad, como de quienes componen los colectivos estudiados por Hochschild (Strangers in their own land, The New Press, 2016) que creyeron en el mérito y ahora ven a muchas personas «colarse» en la fila de las recompensas por motivos no ligados al esfuerzo o al talento, sino a la pertenencia a un grupo. Mi propósito es contribuir a la cartografía del otro lado del pensamiento, el de quienes consideramos que el mérito no existe, que es una entelequia, un trampantojo creado para generar estabilidad social que incurre en idealismo.
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