
En 1982, Blade Runner, la película de Ridley Scott basada en la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, presentaba una imagen distópica del mundo en 2019 en el que, gracias a los avances de la ingeniería genética, se creaban los Replicantes, robots biológicos o seres humanos artificiales.
Los avances tecnológicos se producen con la finalidad de dar respuesta a preguntas básicas que de otro modo no pueden ser abordadas. En raras ocasiones, una pequeña parte de estos avances tecnológicos demuestra utilidad más allá de la finalidad para la que fueron desarrollados, sale del laboratorio y llega a convertirse en aplicaciones en el mundo real. El impacto en estos casos en nuestro modo de vida llega a ser espectacular, por lo que no resulta extraño que el conjunto de estas aplicaciones (telefonía móvil, internet, microondas y un largo etcétera) es lo que el público general conoce como «tecnología». En el caso que nos ocupa, la tecnología de edición genética, la pregunta básica que se intentaba abordar y para la cual se desarrolló este conjunto de técnicas era realmente sencilla: ¿qué hacen los genes?
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