
Lloret de Mar, 2014 © Josep Maria de Llobet
Imaginen un lugar paradisíaco. Un viejo pueblo de pescadores en la Costa Brava. Un paraje cuyas playas atrajeron a los primeros turistas europeos en busca del sol. Con el paso del tiempo fue acogiendo cada vez a más y más gente que llegaba cada verano para broncearse, bañarse en sus aguas y disfrutar de la libertad que proporcionan los climas cálidos. Aquel pueblo se fue transformando al ritmo de la construcción de nuevos hoteles. Todo cambió muy rápido, demasiado rápido.
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