
© Flavio Edreira/Grisart Escola Internacional de Fotografía/cortesía del autor
Desde que François Lyotard decretó el final de las grandes narraciones (1979), nada me ha atraído más que pensar cómo sería posible una nueva. Este relato contaría una historia del incremento de la complejidad, pluralización del poder y radicalización del pluralismo. La tendencia a moverse de lo más simple a lo más complejo ya había sido advertida por Tocqueville, Durkheim o Mill, aunque la seducción de reducir a unidad haya sido siempre muy poderosa. Por supuesto que sigue habiendo fenómenos de concentración y aspiraciones de hegemonía, pero la lógica de la multiplicación es más persistente que la de la homogeneización. La idea de hegemonía presupone una comunidad política uniforme incompatible con las sociedades complejas y diferenciadas.
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