¿Por qué traducir, otra vez, el manifiesto comunista?

Aunque era un hombre orgulloso, poco podía imaginar Jerónimo de Estridón –más tarde elevado a los altares– que la traducción al latín de la Biblia que hizo en el año 382 sería considerada durante más de mil años la versión definitiva del libro sagrado, y que en 1546 el Concilio de Trento haría oficial su estatus de versión única y oficial, privilegio que mantuvo otros cuatrocientos años largos, cuando se publicó en 1979 la Nova Vulgata.
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