Sindemia, necrosemiótica y tanatosemiótica
El poder soberano entre el control de la Vida y las semióticas de la muerte

Hace un par de décadas la República Checa decidió empezar una contienda contra la tabacalera Philip Morris que consistía, en primer lugar, en subirle los impuestos. Si bien podría parecer que la motivación residía en la salvaguarda y protección de la salud de los ciudadanos checos, en realidad, el asunto era de corte más biopolítico, si tenemos en cuenta el salto de una gestión centrada ya no en la supervivencia de los ciudadanos sino en el cuidado de su salud –que para Foucault se pone de manifiesto tras la implementación del Plan Beveridge y el final de la Segunda Guerra Mundial. Así, en base al aumento de la carga económica que suponía para el Estado el consumo de tabaco entre sus ciudadanos, a tenor de las enfermedades y el consecuente gasto que provoca fumar, el gobierno checo se puso en marcha para reducir el impacto económico en sus arcas mediante impuestos. Hasta que la tabacalera, Philip Morris, elaboró un informe que demostraba que la principal enfermedad que provoca fumar, el cáncer de pulmón, lejos de aumentar la carga presupuestaria la aligera. Pues, según dicho informe, ya que el cáncer de pulmón provoca muertes prematuras que evitan largos periodos de hospitalización, en términos generales, en un análisis coste/beneficio, se producía, ya no una pérdida, sino un ahorro de 147 millones de dólares anuales para el erario. El informe finalmente terminó convenciendo al gobierno y evitó la subida de impuestos. Esta situación pone de manifiesto la ingenuidad de aquellos que creen que el papel del Estado es el de velar por la salud a ultranza y que toda medida va en pro de dicho loable cometido. Y es que, si seguimos a autores como Achille Mbembe, el poder soberano se caracteriza por sus acciones necropolíticas –aquellas que, según el filósofo camerunés, residen en última instancia en la expresión de dicho poder en función de su capacidad de dar muerte. La necropolítica se encuentra por doquier, quedando la supervivencia del poder de turno por encima de cualquier otro asunto. Ahora bien, lo que expongo en este artículo es que, además de los actos explícitos consistentes en dar muerte, existen otros mecanismos igualmente efectivos pero cuyo carácter no explícito no los hace presentes de modo tan evidente. Sin duda, la idea reinante respecto a la política se encuentra más anclada en el buenismo de la acción comunicativa habermasiana que en la idea de las relaciones maquínicas deleuzianas producidas por las diferentes semióticas que nos circundan como mecanismos de generación de comportamiento.
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